
Se trata de una peli que rinde tributo a esas pelis que vimos en los 80 (la infancia de los que nos acercamos peligrosamente a los 40...), como Los Goonies, y sobre todo, E.T. J.J. Abrams, productor, guionista y director de series, que ha triunfado sobre todo por ser uno de los padres de la serie de culto "Perdidos", se pone tras la cámara con la producción del mismísimo Steven Spielberg.
Lo que hacen es crear una cinta que, por su ambientación, guión, iluminación, niños actores y peinados pasados de moda, parece haber sido rodada tal cual hace 30 años, y uno tiene la impresión de que se la había perdido cuando fue niño, y ahora tiene otra oportunidad de verla en la gran pantalla. Es lo que hace Abrams, de la mano de Spielberg, y, para mi gusto, lo mejor sin duda de la peli.
Me encantó el inicio y el primer desarrollo de la trama, precisamente por revivir esa sensación de ser niño y estar en el cine viendo una de esas pelis de aventuras que tanto molan. El cuarto de los niños protagonistas parece casi el mío, con esos posters de Star Wars, esos pijamas como de sky horteras tirados por el suelo (no sé cómo llamar a esa tela horrible tipo malla que nos hacían ponernos...) , los muñequitos en la estantería, etc, etc.
Se cuenta cómo un grupo de niños, enamorados del cine, filman su propia peli con una cámara super-8, que por lo visto es lo mismo que hacía el gran Spielberg a esa edad. Y lo que hacía J.J.Abrams con esa edad era lo mismo que hacíamos los demás, ver alucinados las pelis que hizo Spielberg, y flipar con extraterrestres que hacen volar bicicletas. Los niños, mientras filman una de sus escenas para su peli, son testigos de un espectacular accidente de tren, y de algún que otro suceso de más difícil explicación, lo cual derivará más tarde en que tengan que apañárselas para salvar a su pequeño pueblecito de Ohio ellos solitos.
Como ya he dicho, es en la primera mitad de la peli donde se plantean las tramas y vamos conociendo a cada uno de los niños, con ese regusto ochentero tan chulo y esa demostración de amor cinéfilo de los directores que se ve reflejado en los propios personajes. Tenemos además el accidente de tren, espectacularmente (para mí gusto hasta demasiado espectacularmente) filmado, y la historia nos engancha con esa parte misteriosa de la trama que tendremos que ir resolviendo a la vez que los chavales, que por cierto, me parece que lo hacen genial y seguro que tendremos algún actor de renombre entre ellos en unos años. Es por todo esto que creo que merece la pena pagar la entrada e ir al cine a verla.
Creo que la segunda mitad y la resolución de la historia ya es otro cantar, y que lo que hace Abrams es no tan creible, conformándose en ocasiones con tirar de efecto especial y de acelerarlo todo, aderezándolo con muchos gritos de los niños, que para estas alturas ya no tienen personajes que desarrollar.
Sabiendo esto, sigo manteniendo que la peli merece la pena, porque se trata de hacer lo que hacíamos en los 80, ir al cine a pasar una tarde muy entretenida mientras comemos palomitas, sin muchas más complicaciones. Ese retorno a la infancia me pareció muy recomendable, más para alguien tan peterpanizado como yo mismo.
Al menda, "Perdidos" tampocó le apasionó, porque a una trama muy bien expuesta que te deja con enormes expectativas de lo que va a pasar, le siguió un final decepcionante y chungo (más bien, es que no tenía final....). A Super-8 le pasa lo mismo en cierta medida, pero no tienes que chuparte 40 capítulos para darte cuenta de que el final no te mola. Creo que Abrams domina a la perfección la técnica cinematográfica, pero le falta ese punto de artista o genio que tiene Spielberg para entrar a matar con la espada, rematar la faena (véase, un final bueno) , y llevarse las dos orejas y el rabo. (Claro, que Spielberg es el José Tomás del celuloide, un listón un poco alto...) Es como si un pintor supiese copiar a la perfección cualquier cuadro de Van Goh, por ejemplo, pero jamás pudiese él mismo inventarse un cuadro propio de veras genial.
De todos modos, hay mucho tiempo por delante, y este tipo, con la fama y capacidad que le van a dar los grandes estudios de hacer cosas, puede que aún nos sorprenda algún día con una gran película.
De momento nos ha dejado Super-8, que tampoco está nada mal.